Día de pesca

— Vos sabes que mi señora me dejó hace unos días.
— …
— ¿Cómo? Ah no, no sé si por pescar.
El delfín estaba duro, las aletas se le habían pegado al cuerpo y se le confundían con la panza gorda.
— Igual ahora que pienso, cuando se fue me dijo algo así como que ojalá la próxima mina me meta la caña en… ya sabes dónde, pero de caliente lo dijo.
Seco estaba el animal. Por arriba del ojo un agujero del tamaño de una tapa de gaseosa todavía goteaba sangre.
— Bueno tampoco me mires así che, si no le dije que se quedara fue porque hace treinta y cinco años que la venimos piloteando.
Rubén había salido a pescar temprano y como todavía hacía un poco de frío se llevó puesta una campera de jean vieja que usó unos minutos y cuando sintió que el sol le estaba licuando el cerebro, se cubrió la cabeza y ahí quedó por el resto del día. El motor de la lancha se había fundido hacía cinco horas y desde entonces Rubén y el delfín muerto estaban a la deriva en el medio del río.
La pesca no había salido como esperaba, apenas un pique que le entraba en las dos manos. Así de pequeña había estado su suerte en los días anteriores y no se sorprendió mucho. Hasta que un sacudón brusco en la embarcación casi le provoca tres infartos seguidos. Miró la caña sin pensarlo dos veces y estaba en pleno esfuerzo monumental por no romperse. La agarró con las dos manos y tiró para el lado contrario, como había visto en las películas donde pescan monstruos del tamaño de tres ballenas. Por un momento se le ocurrió qué pasaría si sacaba algo así como el Nahuelito.
— Yo creo que si hubieras sido un poquito más deforme, me llenaba de guita.
—…
La sangre sobre el animal ya había fermentado y las moscas habían empezado a atacarlo pero el vaivén de la lancha las espantaba cada tanto.
— Já, ¿te imaginas? Yo ahí, arriba de un escenario, de traje, presentándote — se paró con suavidad para no caer al agua y representó la escena — Bueno, acá como pueden apreciar, esta fue mi última y claramente exitosísima pesca de este espécimen que no sé ni qué carajo es pero alguno de los de Greenpeace que están esperando en la puerta para lincharme seguro les pueden explicar mejor — hizo ademán de agarrar fuerte un micrófono —. Y vos Miriam, mira, a ver si así te das cuenta que sí sirvo para algo, ahora si me disculpan… — hizo una reverencia y se volvió a sentar en la lancha.
Tres veces tuvo que clavar el bichero en el lomo del animal para poder controlarlo, a la primera el delfín lo arrastró un par de metros. Cuando quiso subirlo, pesaba lo mismo que un bloque de mármol y el motor ya largaba humo negro.
Lo vendrían a buscar, alguien se iba a dar cuenta en algún momento, estaba seguro. O no. A esa altura quería volver a su casa por más por aburrición que por cansancio.
—… y yo creo que eso es lo que más extraño de Miriam: hablar. Nosotros nos contábamos todo ¿viste? Y ahora no sé, llego a mi casa y hay silencio.
—…
— No, no me pone triste. Me aburro y eso es peor me parece. Me aburre hacer cosas sin ella.
La campera de jean en la cabeza ya le molestaba, podía sentir como la transpiración intentaba bajar por las sienes. Al delfín le había tirado tres baldes con agua para aflojar un poco el olor a podrido que largaba. Se había empezado a marear y el hambre le pinchaba el estómago si se concentraba mucho.
— No hagas silencio vos ahora, decime algo, ¿qué hago?
—…
— Dale por favor, no te vas a quedar así.
—…
— ¡¡Me parece muy injusto lo que estás haciendo, Miriam!! — gritó sin darse cuenta, con bronca, con una angustia que le nacía de alguna parte del cuerpo que no podía identificar.
Se sintió un tarado y tenía con qué: le había gritado el nombre de su ex esposa a un delfín muerto y semi podrido. Empezó a llorar. Mucho, chillaba. Parecía que agonizaba. Y en la desesperación, tiró cualquier cosa que se le cruzara por la vista: carnada, caña, bolso, mochila, un paquete de galletitas húmedas. Se quedó solamente con una cuchilla en la mano y todavía agitado, se acercó despacio al pescado.
Lo cortó en pedazos chiquitos y lo comió. Y con ese gusto a hígado de vaca saladísimo en su boca, volvió a llorar. 




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